24 de octubre de 2018

Grecia




El jueves 13 de septiembre ingresé a Grecia. Temprano, cercano al mediodía. Sólo me quedaban unos 20 Km hasta mi primer destino, Policastro. Allí me recibió Tasos, un ciclista local que me cedió gentilmente un departamento suyo para descansar durante mis días allí. Pudimos compartir muchos buenos momentos de charlas y comidas. Tambien le gustaba mucho el futbol como a mí, asique pudimos ver juntos por TV un triunfo de su equipo, el PAOK.
Entrada a Grecia

Junto a Tasos, despues de la victoria del PAOK
No podía faltar en Policastro, el mercado semanal, donde muchos productores de la ciudad y la zona se acercan a vender su producción. Es siempre interesante y llamativo acercarse a ver esta clase de mercados, donde se pueden encontrar algunos productos desconocidos, o bien puede que te regalen cosas, como fue mi caso, cuando después de intentar comprar 3 cebollas y 2 tomates, el vendedor me hizo señas de que tomara la bolsa y que siguiera camino, que era un regalo. Será que compré poca cosa, pero en fin su gesto fue muy bueno.

Mercado en Policastro
Pasé 3 noches en Policastro, y estaba muy a gusto, no quería irme más. Finalmente salí la mañana del domingo 16, luego de despedirme del amigo Tasos, rumbo a un lago cercano, hacia el noreste, el Lago Kerkini. La mitad del viaje fue con muchísimo viento de costado y en contra, pero por la tarde calmó y fueron unas horas de pedaleo fabulosas. Más aun cuando fui acercándome al lago, y las vistas eran estupendas. Por toda la margen del lago, había pastores con sus rebaños de ovejas, también vacas, y cabras.

Lago Kerkini

Lago Kerkini

Lago Kerkini
Esa noche acampé cerca del lago, a reparo de unas plantas, que al día siguiente descubrí que era nogales, y por lo tanto esa mañana desayuné unas cuantas nueces.

Ese día comienzo a dirigirme hacia el este, hacia Serres. La ruta era tranquila, y estaba algo aburrido, nada había pasado en todo el dia. Al mediodía paro en un almacén a comprar comida, y hablamos un buen rato de mi viaje con su dueño Thanasis, y su padre. Cuando terminé de elegir la comida que necesitaba, Thanasis cierra la bolsa, y me dice que esta vez va por su cuenta.
En el almacen de Thanasis
No dejan de sorprenderme estos gestos en la gente, ya que más allá de la ayuda que supone esa donación, es también un empuje anímico importante. Más aún cuando por la tarde, ya pasando Serres, paro en una Shell, a descansar e intentar conseguir Wifi. Enseguida se me acercó un hombre a preguntarme algo amablemente, pero no le entendía. Yo aún tenía en las alforjas 2 cruasánes que me había dado Thasis, por lo que le ofrecí uno a él.

Compartiendo comida y una cerveza
Mientas comíamos juntos, le ordenó al dueño de la estación, a que me trajera una cerveza. Luego hablamos un buen rato con el dueño (esta vez en inglés), y éste me ofreció de regalo una lata de gaseosa. Más allá de todos estos regalos que fueron y vinieron, salí de ahí más convencido aún si cabe, de que la regla del “Dar para Recibir” se aplica siempre, absolutamente. Aunque está vez extrañamente de manera muy explícita y directa.

Al día siguiente, comienzo la mañana teniendo que reparar un pinchazo, y fue novedoso ya que venía en buena racha y hacía varias semanas que no pinchaba. Una vez reparado, me dirigí hacia un lugar que me habían recomendado mucho, las Cuevas de Alistrati. Son una de las cuevas más grandes e importantes en Europa, y solo debía desviarme de mi ruta unos 5 km para verlas. En el folleto que entregaban junto con la entrada, las definía como “Un lugar fuera de éste mundo”. Y estaba acertado. ¡Qué lugar! Imponente, unas figuras y unos colores que cuesta dimensionar el tiempo que tardaron en formarse, y que siguen aún en formación.
La bici esperó fuera de las cuevas

Cuevas de Alistrati
El siguiente dia, junto campamento temprano en el campo donde pasé la noche, y me dirijo hacia Xanthi. Unos kilómetros antes de llegar a la ciudad, coincido en un descanso con tres parejas que pasaban su tarde tomando café, comiendo y charlando de sus cosas. Amablemente me invitan un café, se muestran muy interesados por mi viaje, y antes de despedirnos, me obsequian una bolsa con varios víveres para mi cena (aceitunas, pan, chocolates, y uvas). Esa noche, acampé a las afueras de la ciudad, y la cena fue una fiesta, tenía de todo, para elegir.


Junto a Ñecati y sus amigos, en la ruta


Cena en el lugar de acampe, cerca de Xanthi
Me dirijo hacia Alejandropolis. Aunque la distancia es larga, y decido tomarme dos días más para llegar. Sigo pedaleando rumbo este, ya más cercano a la costa del Mar Mármara. Por la tarde, y sin ningún plan para ese día, veo en el mapa que hay un lago cerca, y podría ser un buen lugar para acampar.
Ya llegando al lago, vi una cabaña en la altura que parecía abandonada, y subí a corroborar. No era una cabaña, sino un observatorio de aves, con unas vistas privilegiadas de cara al Lago Ismarida. No podía estar más contento. Tenía sólo para mí una casa de madera con unas vistas increíbles, y no necesitaba armar la carpa por esa noche. También bastante comida en mis alforjas, agua suficiente. No necesité más para pasar una de las mejores noches acampando.
Increible lugar para descansar

Las vistas del Lago, desde el Mirador.
Al llegar a Alejandropolis la tarde siguiente, me encontré allí con Mariana, quien me recibió en su casa durante un par de días. Durante mis días allí pude descansar muy bien, pero por sobre todo, hacer buenas amistades. Compartimos buenos momentos junto a Mariana y su amiga Rania. Hasta tomé una clase de salsa junto a Rania en una academia, donde además enseñan a bailar tango. Pasé muy buenos días en Alejandropolis, y dejé dos buenas amigas, que espero volver a ver pronto.
Alejandropolis


Con Rania, luego de bailar un poco
Desde ahí hasta el límite con Turquía avancé muy rápido, y pasado el mediodía ya me encontraba frente a los agentes de la frontera, con mi pasaporte listo, y con ganas muchas de pisar suelo turco.

Direccion a Turquia






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