15 de septiembre de 2018

Croacia en bicicleta



Justo como lo anunciaba mi boleto de viaje, el 16 de Agosto, a las 7:00 am estaba llegando el barco al puerto de Split. Minutos después ya pude bajar con mi bicicleta, y estar rápidamente pedaleando por las calles de la ciudad. No se me olvidará más la sensación de preguntarme durante un buen rato: ¿¿Qué hago acá??
Primeros metros, en el puerto de Split
Lo primero fue comprarme un mapa de la región por donde pensaba pedalear las próximas semanas, cambiar algo de dinero por Kunas croatas, y desayunar. Lo segundo, recorrer un poco las calles de Split, que ya a media mañana estaban llenas de turistas. Pero igualmente pude apreciar las buenas vistas de la ciudad, un poco de la parte antigua, y la zona del puerto que es muy bonita para recorrerla, ya sea caminando o en bicicleta.

Split, Croacia
Poco después, tomar la ruta dirección norte, por la costa. Hasta llegar a Trogir, y cruzar a la isla que está enfrente. Una isla grande, con mucho movimiento, y el paisaje clásico de la costa Croata (mar cristalino, barcos, construcciones con techo de tejas, turistas). Por ese dia sería suficiente, asique encontré un lugar tranquilo en la isla donde acampar y descansar.

En Trogir
Al día siguiente seguí la ruta por la costa, y luego de pasar por un pueblo llamado Primosten, encontré un camping a un precio accesible, y aunque eran solo las 4 de la tarde, allí me paré, ya que pude acampar de frente al mar, y ver el atardecer tranquilamente desde el campamento.

Atardecer en Primosten
También en el camping conocí a la familia Gosetti, oriundos de Brescia (Italia), que pasaban sus vacaciones en Croacia. Compartimos unos cafés, buenas charlas, y por la noche, antes de cenar me acercaron algo de pollo asado, para que se lo agregara a la pasta que estaba cocinando. Poco a poco me empieza a gustar más Croacia.
Junto a amigos italianos
Los siguientes días comencé a pedalear hacia el interior del país, por entre pequeñas poblaciones, y también por rutas menos transitadas que en la costa. Por la tarde, con una tormenta en frente, decido buscar un lugar donde refugiarme del agua, y en el siguiente pueblo, Cista Mala, en la primera casa que vi, me estacioné en el patio, ya bajo techo.

Poco después llegan los dueños de casa, y mientras intentaba explicarles qué estaba haciendo ahí, me invitaron a tomar un café y merendar con ellos. No podía estar mejor. Una hora después la lluvia había parado, y yo podía seguir la ruta con la panza llena y sin lluvia.

En Cista Mala, por retomar la ruta
Lo siguiente fue pasar por el Parque Nacional Krka, famoso por sus cataratas de agua cristalina. Pero la entrada costaba 200 Kunas, casi 30 Euros, asique seguí camino nomás. No sin antes bañarme en una parte tranquila del parque a la que se accedía fácilmente, y que era de uso de los locales.

Parque Nacional Krka
Esa misma tarde, otra vez la lluvia presente. Por lo que al pasar por el pueblo de Kljake, decido poner la carpa en el patio de una granja donde en ese momento no había nadie. Justo a tiempo pude montar el campamento, poner todo dentro de la carpa, antes de que comenzara a llover. Una vez que paró, el dueño de la granja se acercó a la carpa. Zerjko no sabía hablar inglés, ni yo croata, pero nos entendimos bien, y me dejó quedarme allí.

La mañana siguiente, a las 6:30 cuando ya estaba levantándome, aparece Zerjko con un café y masitas, para mi desayuno. Qué gran gesto de su parte, y qué bueno estaba ese café tan temprano.

Acampada en Kljake

Junto a Zerjko
Desde Kljake, hacia la frontera con Bosnia, me restaban unos 55 Km, pasando por la ciudad de Sinj, y comenzando luego a subir el Puerto del Vaganj, con unas vistas increíbles cada vez que paraba y me daba la vuelta. Por la tarde alcancé finalmente la oficina de migraciones, luego de unas subidas que parecían interminables. Sellaron mi pasaporte, y ya me encontraba en Bosnia-Herzegovina.

Ultimos Km en Croacia

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