5 de septiembre de 2018

Italia en bicicleta




La entrada a Italia fue llamativa desde el comienzo. No tomó mucho tiempo darse cuenta que acá todo es mucho más similar a Argentina, la forma cómo la gente se trata, o también como conducen. El 27 de Julio ingresé a Italia, luego de pasar por Montecarlo en Monaco, y toda la zona de la costa de Liguria me gustó mucho. Bastante movimiento en las calles, muchos turistas en las playas de ciudades como Ventimiglia, San Remo o Imperia.


Costa de Liguria
Los primeros días me permití pasar la noche en un par de campings, en Imperia y en Celle Ligure, ya que allí por la costa era más complicado encontrar lugar para acampar. Desde Celle Ligure solo me restaban unos pocos Km a Genova, donde pude tomar una ciclovia desde Varazze hasta Arenzano, un camino totalmente plano que va junto a la costa, y evita totalmente el tráfico.

Ciclovia de Varazze a Arenzano
GENOVA.
Pude pasar un par de días en Genova, conociendo esta histórica ciudad, aunque es un poco caótica para recorrerla en bicicleta. Aunque lo mejor y más recomendable era atar la bicicleta y salir a caminar por las calles de su centro antiguo, llenas de restaurantes, pizzerías y bares. Y también visitar con tiempo sus catedrales, y su puerto antiguo, donde además por sorpresa encontré un barco argentino (el Ice Lady Patagonia), donde pasé a saludar a parte de su tripulación y me hicieron conocer el interior de la embarcación.

Genova
Puerto de Genova
Ice Lady Patagonia

Ice Lady Patagonia, en Genova
A la salida de Genova seguí pedaleando por la costa, hasta llegar a Camogli y desde allí a Portofino, por una ruta también estupenda, con la pared de piedra a un lado, y el mar al otro, un lujo pedalear por ahí. Asique Portofino, otro lugar increíble por donde no tenía pensado pasar, pero que por suerte pude conocer.
Portofino
Siguiendo la ruta hacia el Sur, pero dejando la costa, conocí a Francesco, con quien coincidimos para hacer unos kilómetros juntos, y acompañarnos en la subida del Passo del Bracco. Fue excelente poder pedalear junto a él, y compartir unos buenos momentos de charlas en la ruta.

Junto a Francesco, en el Passo del Bracco
Ese mismo día llegué a Valdipino, un pequeño pueblo de Liguria, cercano a la ciudad de La Spezia. Fui recibido allí por Raul, quien vive allí desde hace años, y pude sentir por un par de días como es la vida en un pueblo como éste, con no más de 500 habitantes. Aproveché mi estadía en Valdipino para descansar, y además para dejar mis cosas ahí e ir solamente con mi bicicleta hasta Monterosso del Mare, uno de los pueblos de Cinque Terre, que estaba a unos 30 Km de distancia.
Con Raul, en Valdipino
CINQUE TERRE.
Fue un verdadero placer poder recorrer estos cinco pueblos de la costa de Liguria. El famoso parque de Cinque Terre lo componen cinco pueblos (Riomaggionne, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso al Mare), y es muy fácil y accesible poder recorrerlos en uno o dos días en un tren que los une a todos, a pesar que la distancia entre ellos no es muy extensa.
En Vernazza, Cinque Terre

Manarola, Cinque Terre
Desde Valdipino partí el sábado 4 de agosto, con rumbo a Pisa. La ruta desde aquí ya es bastante más plana, por lo que avancé bastante. En el camino pasé por Massa, y haciendo un descanso al mediodía, frente a una casa, su dueña, Sonja, me regala amablemente una birra y pollo frito, que estaba cocinando para su almuerzo. ¡Gracias Sonja!
Con Sonja, listo para almorzar
Ya por la tarde llegué a Pisa, con tiempo para ver la famosa Torre inclinada, y la Catedral de Pisa, que integran la Plaza del Duomo. Lo primero fue sacarme un par de fotos con la torre detrás, y luego a descansar, mientras veo a todos los turistas hacerse fotos con las manos en el aire “sosteniendo la torre”, y los camarógrafos intentando dar con el plano justo de sus fotos.
En Pisa, Italia

Plaza del Duomo, Pisa
Los siguientes días los hice tranquilo pedaleando por entre pueblos de la Toscana, pasando por San Miniato – donde conocí a Massimo, con quien compartí un buen momento de charla frente a la Iglesia del pueblo -, San Gimignano, Pienza o Montepulciano. En su mayoría pueblos medievales, por donde siempre me gusta pararme y observar la arquitectura de sus construcciones.

Pedaleando por la Toscana
Durante esos días fue muy simple encontrar un lugar tranquilo donde armar campamento, por lo general a la salida de algún pueblo suelo encontrar campos donde pidiendo permiso, sus dueños acceden a mi pedido sin problemas, o bien campos donde ya no habita nadie, y se puede estar allí muy a gusto.
Acampada a las afueras de San Gimignano
Desde Montepulciano, luego de visitar el Templo de San Biagio, salí en dirección al Lago Trasimeno, el tercer lago más grande de Italia. Allí descansé a orillas del lago, en Castiglione del Lago, y poco después encontré refugio en una casa abandonada, a orillas de la ruta.

Templo de San Biagio, en Montepulciano
Los últimos días en Italia tuve oportunidad de visitar ciudades como Perugia, o Assisi, donde se encuentra la famosa catedral de San Francisco de Asis. Cerca de Peugia pude parar a descansar en casa de Tara, quien amablemente me recibió en su casa en Deruta.

Con Tara y su amiga Gianina, en Deruta
Assisi
Assisi
Tambien pasé por pueblos como Gualdo Tadino, donde pedaleé unos kilometros junto a Marcello, con quien tomamos un café antes de despedirnos. O bien Scheggia, donde tomé la ruta SS360, que era todo entre montañas, y en bajada ya que terminaba en la costa del Mar Adriatico, en Senigallia precisamente.
Un café con Marcello, en Gualdo, antes de seguir la ruta
Ruta desde Scheggia a Senigallia
Ruta de Scheggia a Senigallia
Desde Senigallia, solo restaban unos pocos kilometros por lo llano, junto al mar, hasta llegar a Ancona, con tiempo para comprar el boleto y tomar el Ferry hacia Split, Croacia.


En Senigallia, el 15 de Agosto


Terminal de Ferrys, en Ancona
Todo listo para subir al Ferry




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